martes, agosto 05, 2008
VACACIONES EN LA COSTRA BRAVA. CAPITULO1 : EL TAPAS
El tapas no es un gran bar, no tiene tiene gran cosa, pero el camarero ; un albino , celiaco y alérgico al huevo que hace la mejor tortilla de patatas del mundo y tira la cerveza como un dios es posiblemente lo que hace que sea casi el único bar que frecuento en mis vacaciones en la Costra Brava.
Llevo acudiendo a este bar diariamente a la hora del vermut casi desde el primer día que fije me residencia de verano en esta asquerosa ciudad de vacaciones. Me pillaba en frente de casa... fue amor a primera vista.
No es un sitio barato, limpio es algo que elimino de mi vocabulario en cuanto entro en esta cuidad de pecado y agradable no es un adjetivo que se pueda atribuir tampoco a nada de lo que hay en el complejo.
Quizás sea eso lo que me hace volver año tras año.
Es el bar más pequeño que he visto en mi vida. Apenas cabe una persona en el estrecho espacio que hay entre la barra y la pared que además sirve de pasillo ( si todo el bar no lo es) hacia los baños. Si llevas demasiado tiempo en el mismo sitio es posible que tengas que dejar allí la ropa que ha estado en contacto con cualquier cosa del bar ya que la grasa acumulada ha cogido la suficiente mordiente como para arrancarte los gallumbos y los pantalones de una sola vez a no ser que quieras llevarte el único taburete del bar a la playa como tuve que hacer la primera vez que caí en este tugurio.
Eran las 12 y media de la mañana, hacia un calor tan bochornoso que había conseguido que calara de sudor el colchón. Todavía con los ojos cerrados por el cemento formado por legañas, babas y sudor baje al portal y cegado por un sol que caía a plomo solo pude dar los tres pasos que hay de mi portal al tapas, ni siquiera me pare a mirar por el cristal. Entre, me fui directo a la barra ( lo difícil es lo contrario en este bar), me senté en el taburete (error)y me pedí mi desayuno favorito desde hace más de 20 años.
- Un "sol y sombra" por favor.
El camarero no hablaba ni una puta palabra de swahili, pero como yo tampoco creo que fue lo que dio el pie a nuestra amistad camarero-parroquiano.Me sirvió mi bebida isotónica y me pregunto si quería un pinchito de tortilla para hacerle un poco de colchón al brebaje.
- Termina de hacerla tranquilamente. Le farfulle mientras me desprendía un paluego enorme de entre los incisivos.
Que maestría, nunca vi a nadie batir los huevos así, lo hacia a tal velocidad que montaba una nebulosa con las escamas de piel que se le desprendían de los brazos debido al achicharre que le producía el sol. Quizás sea ese el secreto de su tortilla, no me importa confesarlo... deberían probarla para juzgarme.
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3 comentarios:
Vaya Siem, venia a reprenderte por la comodidad de tu propuesta, eso de organizarlo vosotros... jejejej
Y de paso comentarte que quizá este fin de semana quedemos algunos, aun no tengo claro quien ni donde.
Pero luego he leído tu post,( por cierto que narrativa tan dulce y poética) y algo me ha hecho suponer que has abandonado los frescas y tranquilas calles de Madrid por el aburrimiento y sin vivir de la costa, que valor!
Que obsesión esa que tenéis con las vacaciones!
Y algo queda claro, quien tiene la llave de la comida tiene el poder!
Aquí en Salamanca hay un bar así. Tienen copmo trofeo una hogaza de pan de hace unos 25 años y las vitrinas de los pinchos tienen una cenefa color violaceo-beige que no permite ver del todo lo que hay detras.
Mola el blog
Tomo nota para visitar ese bar, el dibujo estupendo...
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